domingo, 14 de noviembre de 2010

Mirábamos. Miramos.

América Latina sin duda sabe de crisis. Sabe, y mucho, de desigualdades. Sabe, y desde hace mucho, de explotaciones. Sabe de injusticias. Sabe de pagar deudas y costos no propios. Sabe de ser dominado.


Pero también América Latina sabe de luchas. Sabe, y mucho, de esfuerzo. Sabe de solidaridad. Sabe de convicciones. Sabe de utopías. Sabe de equivocaciones. Sabe de pueblos valiosos.


Son, estos, tiempos de una América Latina unida, fuerte y solidaria entre sí. Son tiempos en los cuales, como dijo Cristina Kirchner, quizás como nunca los mandatarios de la región reflejen y representes a sus pueblos.


En todos los momentos donde se puede ver a los presidentes latinoamericanos juntos emerge fácilmente la unidad y el respeto mutuo. No estamos exentos de conflictos o crisis, ya sea internas o entre nuestros países, y sin embargo las soluciones conjuntas y pacíficas son una costumbre.


Quizás, como nunca antes, estemos haciéndonos dueños de nuestro destino. En otros momentos de la historia quedábamos presos del discurso dominante que nos posicionaba en una situación de pobreza y debilidad (no necesariamente ficticio), y por lo tanto, a la espera de las recetas y soluciones de “expertos”.


Recetas y soluciones importadas que no eran para nuestro beneficio, o para el de la mayor parte de nosotros. Se sostenía una situación de dominación que se extendía hacia varios aspectos de la vida: económica, cultural, política.


Mirábamos hacia Europa.


No mirábamos al interior de nuestros países, o de nuestra región. Invisibilizabamos, seguramente sigamos haciéndolo, las profundas desigualdades que albergamos. Desconocíamos, queremos creer que esto empezó a cambiar, nuestras propias particularidades.


La dictadura de mercado es muy cruel y sangrienta. Mata, sin piedad, hombres y mujeres. Mata, sin piedad, solidaridad entre hermanos. Es una dictadura porque no tiene frenos, y es también porque no la elegimos.


Muchas cosas, desde hace algún tiempo, nos demuestras que las cosas están cambiando. La unidad de las naciones latinoamericanas es una de ellas. La negativa a la intromisión de organismos externos en nuestros asuntos es otra.


Es un camino largo, complejo, en el cual emergen permanentemente elementos del pasado que luchan por volver. Episodios como los de Grecia o los recientes de Francia, nos señalan que estamos por el camino correcto. Al menos, el nuestro.


La unidad latinoamericana, con estas características, es una novedad que nos enorgullece como pueblos hermanos que somos.


Hasta la próxima, siempre…


Winston Smith

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