domingo, 28 de noviembre de 2010

Relaciones de Fuerza

Las elecciones legislativas de medio término en 2009 marcaron, como suele suceder en los presidencialismos como el nuestro, la pérdida de la mayoría por parte del oficialismo. El resultado de dichos comicios fue adverso para el kircherismo y, por lo tanto, configuró un Congreso en el que sus diputados, si bien eran la primera minoría, no eran por sí solos mayoría.


Este último dato resulta significativo: ninguna fuerza política autónomamente alcanzaba la mayoría, pero la primera minoría seguía siendo el oficialismo. Esto implicaba que los opositores debían unirse, consensuar, para poder vencer al kirchnerismo en las votaciones legislativas.


Luego de la retórica propia de la campaña electoral, se abría un período en el que los partidos políticos opositores debían evidenciar un amplio compromiso democrático y la suficiente apertura al debate para que no terminar en una parálisis legislativa. Debían asumir la responsabilidad que las urnas les habían asignado y no defraudar.


A un año y medio de dicha renovación parcial del Congreso Nacional las evidencias están a la vista. Las leyes impulsadas por el oficialismo no pasaron tan fácilmente como otros años, sin embargo no fueron muchas las veces en que lograron ponerlo en jaque. La oposición no funcionó armónicamente como ellos mismos pregonaron e, incluso, abundaron las peleas y rupturas entre sus filas.


Unirse en el rechazo es fácil. No así tener un proyecto y definir políticas en conjunto. Podríamos hablar de irresponsabilidad, o de falta de conciencia de sus propias limitaciones. No asumieron la responsabilidad democrática que les cupo como oposición.


Ante este panorama, en cambio, el oficialismo no sufrió demasiados sobresaltos. Si bien, como dijimos, no manejó el Congreso como en otros momentos, supo asumir su rol, fue consciente de la relación de fuerza existente y actuó en consecuencia. Esos ingredientes sumados a la convicción por un proyecto político en marcha, confluyeron en un desempeño satisfactorio.


En las últimas semanas, el tratamiento legislativo del presupuesto nacional de 2011 fue una muestra más de este escenario que describimos. Desestimando la importancia que merece el mismo, las fuerzas opositoras se dieron el lujo de protagonizar un tratamiento cercano a lo payasesco y, más grave aún, de privar al país de una ley de presupuesto para el año próximo.


El presupuesto, como tal, constituye el plan del Gobierno, aquello que se compromete a realizar y, trasformado en ley, adquiere la legitimidad que necesita en un régimen democrático para su implementación.


Merece la pena remarcar un fragmento de la intervención en el recinto de Agustín Rossi, jefe de la bancada kirchnerista en la Cámara Baja, que aporta luz sobre estos asuntos: “¿Cuál era la diferencia o la coincidencia entre la oposición de 1987 a 1989, de la oposición de 1997 a 1999 y la actual? La oposición del peronismo en 1987 pensaba que podía ser gobierno en 1989; la Alianza en 1997 pensaba que podía ser gobierno en 1999, pero me parece que ustedes no creen que puedan ser gobierno el año que viene. Entonces, les importa poco la idea de mantener las pautas mínimas macroeconómicas institucionales para que se desarrolle la Nación”.


Hasta la próxima, siempre…


Winston Smith

sábado, 20 de noviembre de 2010

Soberanía

La Confederación Argentina enfrentaba tiempos difíciles, interna y externamente. Gobernada por Juan Manuel de Rosas buscaba la afirmación de una soberanía naciente, en una nación por entonces no definida y con componentes que no se reconocían como tales.



Las tropas anglofrancesas, el ejército más poderoso del mundo por esos años, se dirigían a las costas del Río de La Plata con un objetivo claro y, podríamos decir, propio de las potencias dominantes cualquiera sea el momento histórico: asegurar la libre navegación de los ríos. Buscaban asegurar que ningún intento de regulación se efectúe y así abrir las puertas al ingreso irrestricto de sus productos.



A la fuerza. Suena familiar.



Finalmente, la batalla se produjo el 20 de noviembre de 1845 en una pequeña localidad llamada Vuelta de obligado, situada en las cercanías de San Pedro. Como dijimos, se enfrentaron las tropas anglofrancesas, superiores en armamento, preparación y cantidad, con las de la Confederación Argentina.



La historia de la heroica y victoriosa defensa de las milicias comandadas por Lucio Mansilla no nos atañe directamente. Sí, ciertas reflexiones que dichos acontecimiento despiertan.



La historia de una nación constituye el pasado común de un pueblo y, como tal, posee una función social unificadora. Es una re-construcción arbitraria e intencionada que responde a la correlación de fuerzas en un momento histórico determinado, en busca de su materialización. Aquellos que detentan el poder eligen sobre qué y quiénes posar la lupa de la historia, así como por dónde no pasará.



La soberanía se puso en juego en 1845 y se pone en juego continuamente. El derecho de una nación a autodeterminarse, a decidir sobre su propio destino según sus intereses, es algo que se amenaza y se defiende no sólo militarmente. Quizás cuando no adquiere esa forma es cuando sea más peligroso.



Sabemos de sectores dominantes dispuestos a vender nuestra soberanía al mejor postor. Las dictaduras militares que regaban nuestro continente en la década de los ´80 son claros ejemplos de olvidos de la soberanía, de negación a pueblos enteros el derecho a elegir su propio camino. No nos sorprende la noticia de la confirmación de la injerencia de Estados Unidos en la dictadura pinochetista en Chile, seguramente no sea el único país.



Amenazas a la soberanía por parte de ejércitos extranjeros, por parte de grupos económicos multinacionales. Las amenazas a la soberanía van mutando, van acomodándose a los nuevos tiempos.



La negativa del Gobierno Argentino a ser auditado por el Fondo Monetario Internacional, es la negativa de una nación libre a ceder parte de su soberanía. Es la defensa del derecho a regir nuestros destinos.



Antes con las armas. Ahora con las ideas y las convicciones.



Los tiempos cambian, aunque algunos no quisieran.



Hasta la próxima, siempre…



Winston Smith

domingo, 14 de noviembre de 2010

Mirábamos. Miramos.

América Latina sin duda sabe de crisis. Sabe, y mucho, de desigualdades. Sabe, y desde hace mucho, de explotaciones. Sabe de injusticias. Sabe de pagar deudas y costos no propios. Sabe de ser dominado.


Pero también América Latina sabe de luchas. Sabe, y mucho, de esfuerzo. Sabe de solidaridad. Sabe de convicciones. Sabe de utopías. Sabe de equivocaciones. Sabe de pueblos valiosos.


Son, estos, tiempos de una América Latina unida, fuerte y solidaria entre sí. Son tiempos en los cuales, como dijo Cristina Kirchner, quizás como nunca los mandatarios de la región reflejen y representes a sus pueblos.


En todos los momentos donde se puede ver a los presidentes latinoamericanos juntos emerge fácilmente la unidad y el respeto mutuo. No estamos exentos de conflictos o crisis, ya sea internas o entre nuestros países, y sin embargo las soluciones conjuntas y pacíficas son una costumbre.


Quizás, como nunca antes, estemos haciéndonos dueños de nuestro destino. En otros momentos de la historia quedábamos presos del discurso dominante que nos posicionaba en una situación de pobreza y debilidad (no necesariamente ficticio), y por lo tanto, a la espera de las recetas y soluciones de “expertos”.


Recetas y soluciones importadas que no eran para nuestro beneficio, o para el de la mayor parte de nosotros. Se sostenía una situación de dominación que se extendía hacia varios aspectos de la vida: económica, cultural, política.


Mirábamos hacia Europa.


No mirábamos al interior de nuestros países, o de nuestra región. Invisibilizabamos, seguramente sigamos haciéndolo, las profundas desigualdades que albergamos. Desconocíamos, queremos creer que esto empezó a cambiar, nuestras propias particularidades.


La dictadura de mercado es muy cruel y sangrienta. Mata, sin piedad, hombres y mujeres. Mata, sin piedad, solidaridad entre hermanos. Es una dictadura porque no tiene frenos, y es también porque no la elegimos.


Muchas cosas, desde hace algún tiempo, nos demuestras que las cosas están cambiando. La unidad de las naciones latinoamericanas es una de ellas. La negativa a la intromisión de organismos externos en nuestros asuntos es otra.


Es un camino largo, complejo, en el cual emergen permanentemente elementos del pasado que luchan por volver. Episodios como los de Grecia o los recientes de Francia, nos señalan que estamos por el camino correcto. Al menos, el nuestro.


La unidad latinoamericana, con estas características, es una novedad que nos enorgullece como pueblos hermanos que somos.


Hasta la próxima, siempre…


Winston Smith

domingo, 7 de noviembre de 2010

AUH para la Protección Social

“Esto no terminará con la pobreza, pero servirá como paliativo para
quienes todavía no tienen trabajo”.
Cristina Fernández de Kirchner, 29
de octubre de 2009.


El 29 de octubre de 2009 la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, anunciaba la creación de la Asignación Universal por Hijo (AUH). El cumplimiento de un año de su implementación es motivo más que suficiente para hacer un breve análisis de sus efectos.


La AUH es una plan social que claramente apunta a la inclusión social y que, desde una humildad razonable, no deja de ser muy ambicioso. Tal como lo reflejan las palabras de la Presidenta, el plan no busca lograr el fin de la pobreza, pero sí contribuir a la inclusión de sectores marginados otorgándoles herramientas para gozar de más y mejores oportunidades.


Seis de cada 10 chicos que se benefician con la asignación anteriormente mencionada no percibían ningún tipo de plan social nacional. Esto se refleja automáticamente en una disminución de la pobreza y de la indigencia. El Estado llegando a sectores a los que antes no llegaba.


La masividad de alcance de la AUH, que llega a más a de 3.6 millones de chicos en 1.927.310 hogares en todo el país, hace que sea comparada con dos iniciativas ejemplares, según las Naciones Unidas, en esta materia: la Bolsa Familia en Brasil y el Plan Oportunidades en México.


Por otra parte, la implementación de la AUH busca generar incentivos para el acceso y la demanda de derechos básicos como son la educación y la salud. Una parte del dinero de la asignación únicamente es percibida con la presentación de los certificados de escolaridad y vacunación.


Este requisito produjo, en el último año, un significativo crecimiento de la inscripción en preescolar y en secundarias, así como en las visitas a hospitales, siendo para muchos chicos su primera revisación médica. No podemos dejar de lado el gran desafío, y compromiso, que esto representa para el Estado, que debe mostrar solidez y la capacidad de respuesta adecuada.


La matrícula en las escuelas secundarias creció 25 por ciento en el año, mientras que los controles de salud y vacunación aumentaron 56 por ciento y la inscripción en el Plan Nacer de cobertura médica a embarazadas y recién nacidos subió en 750 mil personas(http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-156248-2010-11-04.html).


En un sentido similar, la AUH promueve el consumo. Según ciertos informes sobre el plan (de ANSES, OIT y privados), quienes perciben el subsidio por los chicos, en su mayoría las madres, lo destinan a bienes básicos, útiles escolares, indumentaria y materiales para mejorar sus hogares.


No debemos pensar ingenuamente que la AUH es perfecta, ni que soluciona todos los problemas de inclusión o pobreza que tenemos. Necesita, entre otras cosas, de transparencia en la distribución y de publicidad, como lo contrario a discrecionalidad o arbitrariedad.


Inclusión. Derechos. Dignidad.


Hasta la próxima, siempre…


Winston Smith